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17 | 09 2020

Día del profesor 2020

Estimados colegas,

Este año como en ningún otro anterior, nuestra escuela trascendió las paredes físicas del edificio y se encarnó en sus docentes. La pandemia reveló luces y sombras de un derecho a la educación de evidente acceso desigual y también reveló que en muchas escuelas fueron justamente los docentes quienes ampliaron la mirada y sostuvieron y sostienen con su hacer experto, la continuidad pedagógica remota en estado de emergencia sanitaria. 

De un día para el otro, los docentes pasaron del exilio forzoso de las aulas a tener que delimitar un territorio laboral en sus propias casas, a “dar clase en pantuflas” como dice la pedagoga Ines Dussel, con su familia, sus hijos, sus mascotas, sus preocupaciones, sus ruidos circundantes. A dar clase…

Este año también nos instó a la toma de decisiones, nos obligó a tomar cartas en asuntos de debate pedagógico de larga data: elegir extensión o profundidad de contenidos, secuencias didácticas según entorno, evaluación formativa y/o sumativa, hibridización de clases, actividades sincrónicas y/o asincrónicas, entre otros temas, pero de pronto, nos vimos desafiados por la falta de una de las variables más importantes de nuestra cotidianeidad: la vinculación. La vinculación habita el corazón del acto pedagógico y debió ser reinventada.  La vinculación hoy mediatizada por la tecnología, con cámara y sin cámara, con o sin micrófono, con mail, con chat, con Google classroom, con Meet, se posiciona como táctica y estrategia de enseñanza. La vinculación combate el aislamiento, el obligatorio y el otro, el que peligrosamente se puede hacer piel y abandono con el paso de las semanas. 

En 1904 el educador y jurista argentino Joaquin Victor González asevera que “para obtener un buen profesor de enseñanza secundaria, no basta con que éste sepa todo lo que debe enseñar, ni más de lo que debe enseñar sino que es necesario que sepa cómo debe enseñar.” A más de un siglo después y en este contexto inédito, esta frase se actualiza, nos refresca y nos impulsa a seguir desaprendiendo y aprendiendo para que nuestro “saber enseñar” en toda circunstancia abra caminos, construya puentes, trabaje en red y otorgue significado, flexibilidad y vigencia a la encorsetada trama de un sufriente sistema educativo. Como verdaderos knowmads o nómades del conocimiento, educando no sólo para un futuro que no conocemos sino desde un presente tan incierto, nunca antes ha sido tan claro utilizando las palabras de Cristóbal Cobo la necesidad de “aprender a aprender y a desaprender, a crearse e inventarse, a desformarse y reformarse varias veces”. 

La vida es “un tejido mezclado o alternativo de prosa y poesía” de acuerdo al filósofo Edgar Morin, entendiendo a la prosa como las limitaciones prácticas, técnicas y materiales que impone la existencia y a la poesía como lo que nos transporta a un estado segundo como el amor, la amistad, los fervores, en síntesis vivir por oposición a sobrevivir. Muchas gracias colegas por brindar momentos de poesía, por el esfuerzo, por su labor reflexiva y comprometida que hace y se siente escuela en un año excepcional. ¡Feliz día!

Equipo Directivo

 

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